El Espíritu Santo ha soplado con fuerza en la Iglesia, y los cristianos hemos recibido con fe, esperanza y cariño la elección de Su Santidad León XIV, nacido Robert Francis Prevost, como el 267º sucesor de San Pedro. Hoy, la alegría y la gratitud se entrelazan en los corazones de los fieles, especialmente de quienes vieron germinar su vocación misionera en las tierras peruanas, donde su vida y ministerio han dejado huellas imborrables.

 

Un Pastor Forjado en la Misión y la Entrega

Desde su ingreso a la Orden de San Agustín en 1977, el ahora Papa León XIV abrazó el carisma de la vida consagrada y el servicio a los más necesitados. Su ordenación sacerdotal en 1982 fue el inicio de un camino que lo llevaría, pocos años después, a las misiones en Perú, donde se sumergió en la realidad de los pueblos de Piura, Trujillo y Chiclayo. Allí, su entrega fue total: vicario parroquial, formador de vocaciones, maestro de futuros religiosos, fundador de parroquias y pastor cercano de comunidades humildes.

Su amor por el Perú no fue solo pastoral, sino vital. En 2015, al ser nombrado obispo de Chiclayo por el Papa Francisco, asumió también la nacionalidad peruana, reafirmando su identificación con el pueblo al que sirvió durante décadas. En sus primeras palabras como Papa, no olvidó a su “querida diócesis de Chiclayo”, recordando con emoción a quienes compartieron con él la fe y la esperanza en medio de desafíos y alegrías.

 

Un Legado de Esperanza y Evangelización

La vida de León XIV es testimonio de una Iglesia que no teme salir a las periferias, que se hace cercana y solidaria con las realidades más vulnerables. Su paso por la formación de religiosos en Trujillo, la fundación de la parroquia Santa Rita en un barrio popular, y su servicio como obispo en Chiclayo, muestran a un pastor con “olor a oveja”, fiel al Evangelio y a las enseñanzas de San Agustín.

Su liderazgo, primero como Prior General de los Agustinos y luego al frente del Dicasterio para los Obispos y la Pontificia Comisión para América Latina, lo proyectó como un hombre de visión universal, capaz de tender puentes entre culturas y continentes, siempre con una mirada puesta en los más pobres y en la misión de la Iglesia.

 

La Fe y la Esperanza en el Nuevo Pontificado

La elección de León XIV es signo de esperanza para una Iglesia que busca renovar su impulso evangelizador, manteniendo viva la llama de la fe en los corazones de los pueblos. Su primer mensaje como Papa fue un llamado a la paz, la justicia y la sinodalidad, invitando a todos a caminar juntos, escuchando y acompañando a quienes sufren, y proclamando el Evangelio con alegría y valentía.

“La paz sea con todos ustedes… Que este mensaje de paz penetre en nuestros corazones y en nuestras familias”, expresó con emoción desde el balcón de San Pedro, recordando también con cariño la voz suave del Papa Francisco y su legado de ternura y misericordia.

Un Papa con Corazón Misionero y Cercano

Hoy, la Iglesia reza y acompaña a León XIV en su misión de guiar la barca de Pedro. Su vida, marcada por la fe, la esperanza y el amor a los pueblos, es fuente de inspiración para todos los que creen en una Iglesia viva, misionera y cercana. Que el Señor lo fortalezca y la Virgen María lo acompañe en este nuevo camino, para que, como buen pastor, siga llevando la luz de Cristo a todos los rincones del mundo.

¡Habemus Papam! ¡Que viva León XIV, el Papa con alma misionera!